Hay situaciones que te ayudan a ver la realidad de manera objetiva, sobre todo, cuando observas sin estar involucrado.
Estaba en la oficina de un amigo cuando este hizo pasar a un vendedor que tenía mucho interés en ver. El vendedor saludó y enseguida comenzó a hablar sobre las características de la empresa, sus productos y servicios.
Como el vendedor hablaba sin parar, mi amigo tuvo que interrumpirlo una y otra vez para poder preguntar sobre los temas que le interesaban. Se notaba claramente que mi amigo estaba interesado en hacer negocios con esta empresa.
El vendedor aprovechaba cada respuesta para volver a tomar control de la conversación, hasta que mi amigo podía arrebatarle la palabra y hacer otra pregunta.
Concentrado en esta lucha, escuché cuando mi amigo terminó de investigar lo que necesitaba para comprar, expresó su interés en hacer el negocio y pidió al vendedor que le cotizara un proyecto.
No obstante, el vendedor seguía hablando. Mi amigo se paró de la silla y el vendedor hizo lo mismo sin parar de hablar.
Quería gritarle: ¡Cállate y vende!
No sé dónde este vendedor aprendió que vender es hablar sin parar. Ahora en las conferencias y talleres de venta que imparto repito una y otra vez: Para vender debemos callar, escuchar y preguntar.